No hay nada más horrible que llorarle a la vida.
No hay nada más hermoso que reirle a la muerte.

Llorarle a la vida es darle el gusto de pisotearte, de destruirte y manejarte a su antojo, llorarle a la vida no es más que agrandar el vacío que todos tenemos dentro.
Hay que reirle a ellas, a la vida y a la muerte, hay que hacerles frente, demostrarles que no le tememos y somos fuertes como para afrontarlas con la cabeza en alto.
Nunca le llores a la muerte porque es inevitable, nunca le llores a la vida porque no la disfrutarás.
Está permitido reír, esa es la mejor repuesta tanto para la vida como para la muerte.
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